¡Y ese loco! ¡Exclamó mi tío hoy fallecido!

En el otoño del 2009 estábamos parados en un semáforo de una calle de un pueblo llamado Weehawken en New Jersey (podíamos escucharnos la respiración del silencio sepulcral) listos para partir a New York y visitar a su mamá y de repente lo inesperado, apareció de la nada, como traído por el viento recio del otoño, un chico con unos patines, quien frenó a raya a lado del carro de mi tío y solo escuchamos el ruido de su frenada. Ya sabía algo de patines y puede fijarme que eran cuatro ruedas inmensas, tal vez de 110 a 125 milímetros.

Ese día empezó todo. Me increpé "tengo que patinar así". No sabía cómo, cuándo ni dónde, solo sabía que iba a pasar algún día, como muchas cosas que intuimos naturalmente. Ya había tenido una experiencia por el año 99 pero no pude aprender bien y me dije a mi mismo que algún día tenía que aprender a patinar súper bien.

Viajar es bonito, sobre todo ir a New York y visitar cada lugar mágico como Time Square, el Central Park, museos como el MoMa, la 5ta Avenida, Unión Square, el edificio Flatiron, el WTC (zona 0) o Penn Station. Es casi surrealista bajarse en la parada del Exchange Place o Hoboken y tomar fotos frente a la isla de Manhattan en New York mientras el sol y el frío de la primavera intentan ponerse de acuerdo.

Este 2025 fue mi primer viaje oficial internacional con patines. Un viaje extraño, de última hora, sin poder ver a mi Tío preferido ni a la única abuela que me quedaba viva porque partieron el 2020. Recogí los pasos y mi pena olvidada de muchos lugares que eran cotidianos, pero ahora en patines. A veces la vida es como un rompecabezas y algunas piezas no sé dónde encontrarlas por más que busco. ¿Te has sentido así? 

En este viaje el universo fue muy generoso porque ningún día de los que estuve llovió a pesar de ser primavera. Aproveché para desayunarme la nostalgia como un ingrediente adicional en mi omelette de las mañanas. Pasé momentos lindos con gente linda. Fue un tiempo casi sagrado estar cerca de mi familia. El lunes cumplí el sueño de muchos. Pasar el puente de Brooklyn en patines y el miércoles junto a un grupo de New York pasamos por Time Square y fue casi como estar en una película de Hollywood donde el protagonista principal era yo. Si creciste en un barrio olvidado de Guayaquil y luego en el campo es casi un sueño un día patinar por todo Manhattan. ¿Tienes algún sueño por el que valga la pena luchar?

Sacamos, bueno, me sacaron unas fotos increíbles en Dumbo, Brooklyn, visitamos Zaruma Gold Coffee, luego visitamos el ramen de Ajisen en la 28 en New York y también aproveché para probar la comida ecuatoriana en un lugar de Weehawken en New Jersey llamado Ñaños. El bolón mixto con carne y huevo frito es delicioso y gigante así que puedes compartirlo.

La gente me dice que es increíble ver a alguien patinar y es cierto. ¿Sabes por qué es tan hipnótico?

Básicamente, porque es un proceso que implica encontrarse con uno mismo y que conlleva la dinámica de caerse-levantarse con muchos nuevos comienzos, con heridas, lágrimas, frustraciones, decepciones, subidas casi interminables, bajadas extremas, esfuerzos, tristezas, traiciones, caminos sin salida, aventuras, lugares inolvidables, personas increíbles y momentos únicos e irrepetibles. Patinar es tan agridulce como vivir.

Así que, cuando veas a alguien patinando verás en esas botas con ruedas años de muchas historias, lugares impensables, gente inolvidable y podrás sentir la buena vibra de unas ruedas que siempre están conectadas con lo que siente la Pachamama.

Ahora voy a recuperarme de los estragos del viaje.

¡Nos vemos en la próxima aventura amis!